domingo, 24 de junio de 2012

De princesas sin carrozas.

Crecí entre cuentos de hadas y princesas
donde el final siempre era feliz y el príncipe siempre era de color azul,
donde no había obstáculo que no venciera un buen hechizo
ni ruegos ni llantos que no fueran socorridos por la aparición de algún amigo inesperado;
y un día la realidad, como un portazo, me cerró el libro de cuentos en la cara
y frente a mí, el mundo, más gris y menos mágico
y ante el llanto hoy no aparece de urgencia ninguna especie de duende salvador
solo el sueño y una almohada cómplice de mis desvelos y esponja de mis lágrimas
que me devuelven al mundo tras el sueño reparador.
Y al final de la historia el príncipe resultó ser un desvaído
propio de un cuento de terror, protagonista ineludible de una pesadilla que nunca nadie
se atrevió a soñar.
Por eso esta noche cuando el mundo se apague y se encienda la fantasía
procuraré no contarle a mi niña ninguna mentira sacada de los cuentos
le hablaré de hombres de carne y hueso
del amor y del dolor sin pociones mágicas
del arduo camino de la vida y del triunfo único y seguro tras la perseverancia;
y que sus "pájaros en la cabeza" le ayuden a volar
a dónde sea libre de cualquier destino escrito en un relato de fantasía,
y que lo verdaderamente mágico sea la paz de hacer siempre lo que dictamine su corazón.  

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