Un día la vida vendrá a buscarme
interrogando, incisiva, acorralándome,
como si no hubiera hecho yo, ya, demasiado
por ser, existir y perdurar;
pero vendrá, aplastante como el pie de un gigante
dejando caer la sombra de su inconmensurable zapato
sobre la mínima y minúscula partícula que constituye mi caparazón,
y el crepitar de mi leve cuerpo será pronto convertido en rastro de
lo que fui, llevando en el bolsillo la verguenza y las manos vacías,
el orgullo aniquilado, la precaria dignidad;
y sin echar la vista atrás, pero recordando lo imprescindible,
abriré una mañana los ojos y el sol será tibio sin quemar.
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